Fuensanta Solana
Escribe José Corredor-Matheos en el prólogo titulado La nada y sus frutos que dedica a este libro; La poesía, como todas las artes, como todo lo que es en el tiempo, cambia en ciertos niveles, y desde que la sociedad entró en crisis de manera acelerada. En mi opinión, las creaciones más profundas, aquellas que merecen de manera realmente el calificativo de arte, se producen y han de contemplarse fuera del tiempo y del espacio. Esta es la razón de que la verdadera poesía siga impresionando desde que fue creada, generación tras generación, mientras que la limitada a reflejar la sociedad de su tiempo deja de interesar, porque no atiende a las aspiraciones e impulsos más profundos y permanentes del ser humano. Los versos de Fuensanta Solana responden a una necesidad interior. Los veo en la línea, minoritaria, por honda y difícil, representada en la poesía castellana por San Juan de la Cruz. Y tenemos también que recordar la mística renana, con Meister Eckhardt y sus discípulos.
Montañas ocultas como humo claro. La cruz de hierro duerme en la plaza y algún jilguero mudo apenas aletea. El coche plateado se ha desvanecido.
Una línea fina de micro perlas en el infinito de la telaraña. Solo despiertan las hojas, en llamas de primavera, chisporroteando entre los tilos.
Quietud,
visión
de este sueño blanco,
del fuego verde:
alquimia de luz.
